Sus manos rozaron el fino tirante del vestido y este se escurrió
de mi hombro y dejo a la vista la curvatura superior de mi pecho.
Dibujo con su pulgar una línea entre mi oreja y mi hombro.
Deseé que no se detuviera que me tocara como necesitaba que me tocara.
No pensaba racionalmente, de hecho apenas conseguía pensar.
En aquel momento solo existía mi cuerpo y lo que exigía.